Como San Valentín acecha, y en estas fechas nos ponemos cariñosos, hemos empezado a pensar en lo que significa esta celebración, y nuestra conclusión es que no se trata de una fiesta centrada únicamente en el amor romántico, sino en el AMOR en mayúsculas: a los nuestros, a uno mismo, a la vida, a nuestro trabajo, y a las cosas que nos rodean.
Solemos representar gráficamente al amor en forma de corazón. Esto tiene sentido ya que, cierto es que, físicamente, las manifestaciones de amor suelen comenzar por un pequeño pinchazo en los alrededores del órgano. ¿A que lo habéis notado alguna vez? Por lo tanto, hemos decidido que en este San Valentín nuestro objetivo principal es encontrar motivos, que los hay, para tener un corazón contento.
Hasta en nuestros peores días, todos podemos encontrar un motivo, o varios, para contentar a nuestro corazón. Tanto si lo que nos hace feliz es comer con nuestra familia, hacer una ruta de senderismo, tomar un café con amigos, salir a correr por la playa, o sentarnos en el sofá a disfrutar de un buen libro, llenar el corazón de felicidad es un trabajo forzoso, pero del todo gratificante. No hay más que querer tenerlo y trabajar para lograrlo.
Y hay algo que, además, suele alegrarnos la vida bastante a casi todos. ¿Adivináis qué es? Ahí va una pista. «Barriga llena, corazón contento». ¡Comer! ¡Sí! ¿verdad? Pero es que si, además, lo que ingerimos son productos gourmet sanos y sin colorantes, mejor que mejor. ¡Anda! Pues ahí, en Gradoli, os podemos ayudar la mar de bien:
Imaginaos una tarde en la cocina con vuestros hijos, confeccionando un riquísimo pastel con mermelada de higos y chocolate, o con peras y vainilla, o ¿por qué no con manzana y nueces? El bizcocho recubierto con cualquiera de las tres modalidades estará delicioso, y seguramente durará 10 minutos una vez sacado del horno. Pero el tiempo empleado en él, el amor invertido en su elaboración y el trabajo compartido, no entienden de horas.
Suponed, sin embargo, que decidimos hacer una ruta de senderismo, solo o acompañado. ¿Podéis pensar en algo más reconstituyente que regalarse un buen picoteo de vino tinto y crema de queso de cabra al acabar el día? Que quien dice de cabra, dice de queso con boletus o con vinagre de trufa.
Y ¿qué tal un desayuno entre amigos compartiendo los más deliciosos tipos de aceite de oliva sobre un crujiente pan de hogaza? Ya sea el elegante Picual o el ligero Arbequina, o incluso los exóticos aromáticos como el de Naranja, Albahaca, Chili o Tomillo.